Pequeña
Antología
MEMCH
por Marta Brunet
Nació al amparo de un grupo de mujeres conocedoras
profundas del problema obrero femenino en nuestra tierra,
en su esencia humana, social y jurídica. Sin alharaca
ni punta de sensibleria. Con perfecta conciencia de la responsabilidad
que cargaban, en una época en que toda institución
de mujeres que no tuviera égida clerical sería
desestimada, cuando no combatida. Traían un programa
de acción, breve, claro, tocando lo más doloroso
en la vida de nuestra fémina, aquello que más
urge atender: protección a su trabajo, cumplimiento
de leyes y creación de otras, divulgación de
las mismas, ampliación de la cultura sexual, enseñanza
de la puericultura, petición de igualdad de derechos
civiles y políticos.
En tan pocas líneas ¡qué mundo ancho
de horizontes contenido!
Nuestra mujer obrera, admirable, triste y tenaz, se debate
en una red de circunstancias que limitan su vida. Nacida en
el conventillo, malamente educada entre miserias, con el vicio
y la mendicidad asechándola, harapienta, desnutrida,
no se sabe por qué milagro de resistencia biológica
logra llegar a la adolescencia.
Ya muchachita, obligada a ganarse el pan, la fábrica,
el trabajo doméstico, la oficina la atrapan y no la
sueltan sin cuando por imposibilidad tiene que retirarse o,
mejor dicho, la obligan a retirarse. Casada o soltera, con
hijos o sin ellos, su trayectoria tiene una semejante línea
áspera.
Que la mujer tiene que trabajar, lado a lado es cosa establecida
y que el mundo mira ya sin inquietarse. Por las causas que
fueran, esta actitud de la mujer se determinó a raíz
de la guerra del año 14, y no hay posiblemente rincón
de la tierra en que su ley no se cumpla. No es dura ley. ¿Por
qué? El trabajo es liviano para quien sabe amarlo;
un espíritu alerta siempre halla en él alegría
y orgullo. Pero siempre que sea un trabajo con justo pago
y en que un equilibrado contrato exista entre empleador y
empleado, entre patrón y obrero. Y no uso el femenino
porque no quiero hacer diferenciaciones entre el hombre y
la mujer que trabajan. Parto simplemente de ese principio
aceptado por casi todos los países, suscrito también
por Chile en el Congreso del Trabajo y que reza "que
mujer y hombre en igualdad de obligaciones, tendrán
igual remuneración".
Por desgracia existen aún empleadores, patrones que
abusan de la situación de apremio de tantas mujeres
y no cumplen este requisito, explotación que también
suele nacer de la falta de conocimientos que tiene la generalidad
de las mujeres de las leyes vigentes en el Código del
Trabajo.
Lo mismo que existe ese otro tremendo abuso respecto a la
mujer obrera embarazada que tiene por ley seis semanas y otras
seis después del parto de permiso, percibiendo la mitad
del sueldo, lo que la obliga a no aprovechar este relativo
beneficio, ya que la disminución del salario descompagina
el presupuesto familiar, prefiriendo entonces permanecer en
su puesto hasta los últimos días anteriores
al alumbramiento. De lo que resulta que la madre se desgasta
y la criatura nace en condiciones desfavorables. Inconvenientes
que se agravan al reintegrarse la madre a su trabajo, muchas
veces antes de ocho días pasada su enfermedad.
Esta situación debería tomarse en cuenta por
nuestros gobernantes. Todo lo que concierne a la madre y al
niño ha sido en este tiempo último especialmente
considerado por el Ejecutivo y el Legislativo. Se crean policlínicas,
se multiplican los preventorios, las maternidades y las casas
cuna reciben una especial ayuda. Pero hay cosas que se descuidan,
que deberían hacerse paralelamente. Una de ellas es
el saneamiento de la vivienda obrera, otra la estrecha vigilancia
del cumplimiento de las leyes de trabajo y otra, tal vez la
más imperiosa: el determinar que la obrera que va a
ser madre reciba su sueldo íntegro durante los tres
meses que se le acuerda para bien esperar a su criatura. Lo
mismo que lo recibe íntegramente la mujer empleada
particular o pública. Porque es irritante esta diferencia
que hacen las leyes y que no tiene razón alguna de
ser, que del mismo dolor dan a luz todas las mujeres a sus
hijos.
El MEMCH celebra mañana en el teatro Victoria una
asamblea en que estos puntos y otros serán agitados
por sus líderes. Ya no es la institución que
agrupaba a un puñado de mujeres en torno a Elena Caffarena
y de Marta Vergara. Hay ahora miles de socias, con sede principal
en Santiago y filiales en cada ciudad y pueblo y villorrio
de la República. Obreras inteligentes allegan al MEMCH
su cultura, su deseo de servir, su necesidad de ampliar los
conocimientos de sus compañeras, empeñadas en
una campaña que va en beneficio propio y ajeno. Tiene
fe, miran lo porvenir como una reivindicación, saben
que el día de mañana es de ellas y que ahora,
a través de todo este trabajo que cada cual realiza
tesoneramente, anónimamente, marchan hacia esa era
de prosperidad que anhelan para la Patria y en que ellas serán
la parte mejor, porque tuvieron la parte peor. "Que los
últimos serán los primeros" -como en las
dulces palabras. Prosperidad para la Patria hecha de justicia
social, de bienestar colectivo, de comprensión y de
cultura sobre un amplio basamento de democracia. ( Diario
La Hora, Santiago 15 de Julio 1939, Pág. 3)
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