Pequeña
Antología
Por
Nuestros Artistas
por Marta Brunet
Que la vida de nuestra gente de artes y letras es cosa mísera,
nadie lo puede negar en Chile, y que para ella la subsistencia
en un mediano decoro tiene a veces caracteres trágicos.
El escritor jamás puede mantenerse exclusivamente de
su obra literaria. En la mayoría de los casos debe
buscar amaño en trabajos antagónicos a su vocación,
y así son innumerables los hechos repetidos y dolorosos
de adolescencias teñidas de todas las promesas, iniciaciones
que parecieron anuncio de una obra sostenida en el buen éxito
y que a poco se apagaron, desaparecieron en la vorágine
de la tremenda lucha por el pan. Y si se hiciera una encuesta
entre los que a pesar de todo bregan por mantener una producción,
se vería que la casi totalidad ejerce de maestro, de
campesino, de industrial, de comerciante o en una profesión
cualquiera que le permite encender el fuego hogareño
y calentar el puchero. Y entonces resulta que la obra literaria
es relleno de retazos de tiempo en que se debe reaccionar
contra el cansancio físico y las dificultades infinitas
de una obra realizada sin continuidad.
Esto, cuando no deriva hacia el periodismo que tantos reales
talentos de escritor ha devorado como un Saturno insaciable.
Para el artista plástico el problema resulta más
duro aun, porque siquiera para el escritor hay manera de combinar
el trabajo que lo mantiene con el que es su vocación,
ya que para éste sólo precisa de un lápiz
y un block y de un asiento que puede ubicarse en un parque
o en un café. Pero el otro necesita taller, luz especial,
modelo, greda, pinturas, horno, fragua... O sea: elementos
carísimos. Y si el escritor puede guardar en una gaveta
su obra, de poema a novela, lograda tan sólo a costa
de falta de descanso, para el artista plástico llega
un momento en que la realización es completamente imposible
por falta de dineros que le permitan adquirir los elementos
constructivos a su creación, agregando a esto que las
obras ya logradas no hay dónde guardarlas en la vivienda
estrecha.
Como se haga la comparación, siempre los escritores
siguen en pie de privilegio, comparando la situación
mala de ellos con la peor de los plásticos. Siquiera
la industria editorial en Chile es cosa próspera, hay
posibilidades, si no brillantes, por lo menos honrosas de
publicación; existen premios municipales, se acentúa
la certeza de un Premio Nacional otorgado anualmente a la
obra de una vida entera de escritor, se propende bajo la sugerencia
de S.E. a la creación de una Editorial del Estado.
En resumen: se afana el propio Presidente de la República,
la Sociedad de Escritores, la Alianza de Intelectuales, Los
Amigos del Arte, la Cooperación Intelectual, el Municipio
y las filiales de provincia de mcuhos de estos grupos, en
lograr para el escritor el que desenvuelva su existencia en
plano "de escritor", dentro de una estimación
literaria, social y económica.
El artista plástico sigue siendo el paria. La Escuela
de Bellas Artes languidece. La Facultad de Bellas Artes se
cerebraliza. El Museo vive la soledad de sus obras que nadie
contempla. Tan sólo en la Escuela de Artes Aplicadas
parece respirarse a pulmón ancho, parece respirarse
aire vivificador, echando a la calle una serie de muchachos
conexados con lo cotidiano, para cuyas realizaciones artísticas
hay, hoy por hoy, una réplica económica. Pero
son una minoría que, fatalmente dentro de poco, está
también condenada al destino negativo del resto de
sus compañeros.
Entonces, hay que hacer algo por ellos. Ya. De inmediato.
La crisis es reina en el mundo, en la hora actual. No existe
país que no la sienta, más o menos agudamente.
Las entradas se destinan en el hogar tan sólo a la
adquisición de lo imprescindible, y hasta en aquellos
en que sobra el dinero, por un pánico comprensible,
se guarda en previsión de lo porvenir incierto. La
obra de arte plástico entra en lo superfluo, en el
recreo de élites adineradas. El comprador escasea cada
día más. Entonces los Gobiernos acuden en la
ayuda de sus artistas, preciosa flor de cada patria.
Francia ha dicho en este sentido, que yo sepa, la palabra
mejor. Dictó una ley que obliga a contemplar un tanto
por ciento, destinado a la ornamentación plástica
en cada edificio estatal que se construya. Dentro de todo
presupuesto, este tanto por ciento se respeta religiosamente.
El artista, en forma mecánica contribuye con su obra
a la belleza de la fábrica, a la cultura inmediata
del pueblo, a la vez que puede vivir decente y libremente.
Si "don Pedro" -nunca voy a aprender a decirle
"nuestro Presidente"- ha pensado proteger al artista
escritor mediante una Editorial del Estado, bien podría
ser él también auspiciador de una ley que, similar
a la francesa, diera trabajo a nuestros artistas plásticos.
Tenemos ahora la perspectiva de una era larga de construcciones
fiscales en las cinco provincias destruidas por el terremoto
de Enero. Escuelas, hospitales, estaciones, intendencias,
municipalidades, regimientos, etc. Una ringla de edificios
en que la obra del arquitecto unida a la del artista, podría
dar una belleza total. Fuentes, rejas, frescos, bajo relieves,
retratos, cerámicas, bustos, vitrales, monumentos,
farolas; ornamentación simple, pero redonda de armonía.
La exaltación de cuanto la raza nos ha dado en grande,
desde el Padre de la Patria al anónimo obrero minero
que se bate oscuramente con el carbón y el cobre, desde
el artista que en la perspectiva del pasado cobra contorno
definitivo en la historia, hasta el político que afirmó
una ideología y creó una línea moral
para sus sucesores.
Y además, única manera de acercar al pueblo
el arte, de hacerle ojo conocedor desde pequeño, de
no encerrar en museos de fría atmósfera la obra
artística, de hacerla partícipe de las horas
diarias y de la convivencia de todo ciudadano. O sea, de enaltecer
al pueblo con la cultura que proporciona la belleza.
Es el momento preciso para hacerlo. Una ley que lo determine
añadida a las que regirán el plan de reconstrucción,
las futuras edificaciones. Nada más.
"Don Pedro", usted tiene la palabra. Lo que usted
va a decir lo oirán con corazón agradecido los
artistas chilenos; los plásticos, porque será
en su directo beneficio y los escritores, porque son compañeros
bienamados los que recibirán el don. (Diario La
Hora, Santiago, 6 de junio de 1939 pág. 3.)
|
|
Menú
Principal
La Autora
Retrato Hablado
Biobibliografía
Imágenes
Su Obra
Catálogo
Estudios Críticos
Recep. Crítica
Comentarios
Vínculos
Pequeña Antología |